31 agosto, 2014

PARAÍSO SIN OASIS

Como quiera que el pasado catorce de agosto os anunciaba el inicio de mi colaboración en la página 21130 de Mazagón, con la que había llegado a un acuerdo económico, a fin de proporcionarle contenido y con plena libertad de expresión, me veo en la obligación de comentaros que en el momento que se altera el factor “libertad de expresión” se altera el producto y ya no me interesa el acuerdo económico, con lo cual el pacto de palabra con choque de manos ha perdido toda su trascendencia.

Os remito mi segundo escrito porque me da pena que Pepe Pérez se quede en el limbo después de un mal día en Mazagón.

Sin darle más vueltas a esta peculiar historia, os envío un cordial saludo y os doy las gracias por vuestra comprensión.

PARAÍSO SIN OASIS

Playa del Parador
Siempre presumo de Mazagón, de sus paisajes, de sus excelencias y de sus bondades, pero hay cosas que por omisión, negligencia o simplemente el no saber hacer de los oportunos responsables tengo que mencionar, aunque me consta que cualquiera que pulule por aquí será consciente del asunto.

Pepe Pérez, trabajador en una gasolinera de Guarromán, provincia de Jaén, forma parte de un turismo nacional que contribuye de forma muy positiva al incremento del Producto Interior Bruto, basado fundamentalmente en ese sector.

Pues el caso es que Pepe, desde que tiene carnet de conducir, todos los domingos en verano se ha dedicado a desplazarse a playas que estén a una distancia más o menos llevadera para ir conociendo, con su mujer y sus dos hijos pequeños, el litoral español.

Tras una búsqueda en internet algo minuciosa, ya que quiere ir a los mejores sitios y más acondicionados, opta por la Playa del Parador de Mazagón, galardonada con Bandera Azul, con lo cual se asegura de no sufrir ningún tipo de imprevisto.

Queda con María, su mujer, en que para evitar más entuertos comerán a pie de playa unas sardinas, chocos de la localidad y, cómo no, una ración de coquinas, de las que tanto ha oído hablar en los foros gastronómicos.

Realiza los trescientos sesenta y cinco kilómetros que les separan de la playa en tres horas y media después del madrugón, afortunadamente con los niños dormidos durante todo el camino, pero a él, hombre de secano, no le cuesta trabajo conducir a cambio de un maravilloso día de playa en el que sobre todo sabe que cuando vuelvan los chicos dormirán de nuevo como lirones dejándoles unas hora de relax. Tampoco le pone pegas a tener que descargar las sombrillas, hamacas, bolsas y demás enseres en el fondo de una considerable bajada en la que no puede aparcar, donde deja a su familia, sin pararse mucho a mirar.

Cuando tras observar la playa paradisíaca y admirar sus asombrosos acantilados se instalan, Pepe echa un vistazo buscando un lugar donde almorzar y ¡par diez! no hay ninguno en lontananza.

—¡No me lo puede creer! ¿dónde está el oasis? Mucha Bandera Azul y no hay lugar dónde comer —maldijo Pepe.

Tras unas horas de baño le toca subir la ahora maldita cuesta en busca del coche. Decide dejar el campamento a pie de playa y se van a comer a Mazagón, acabando casualmente en el restaurante “El Refugio”, regentado por José Manuel Gómez Domínguez, quien dirigió durante años el chiringuito “La Gaviota”, allí abajo, en La Playa del Parador. Entre chocos, sardinas y coquinas les planta el tocho de folios del proyecto que presentó para abrir este verano, explicándoles que se lo quisieron dar a un foráneo, que salió rana, y el proceso de selección. La extremada gracia del chef les hizo olvidar un poco el sofocón.

Volvieron a por los pertrechos y, tras el último chapuzón, camino de nuevo a Guarromán. Los niños acostados, la hora de relax y un simple comentario en internet: Playa del Parador en Mazagón, Bandera Azul, un verdadero PARAÍSO SIN OASIS.

Federico Soubrier García