28 junio, 2015

Residentes costeros, sufridores veraniegos.

Federico Soubrier

Tengo la suerte de vivir durante las cuatro estaciones en Mazagón. Podría hacerlo en Huelva, a la vera de mi trabajo, pero el privilegio de ver a diario el amplio abanico de colores de la mar, el perenne verde de los pinos, el tostado de la arena y, sobre todo, la sorprendente tranquilidad del lugar compensan con creces mis desplazamientos “in itinere”.

A ningún residente costero del litoral español se le pasa el estrés al que estamos sometidos todos en verano y valga de ejemplo que aquí normalmente habitamos sobre unas cuatro mil almas, tal y como se redactaba en los antiguos escritos y con el estío nos multiplicamos por más de diez, llegando hasta casi cincuenta mil hospedados a los que hay que sumar los muchos que se limitan a venir a pasar el día en la playa.

El problema no son las colas en las farmacias, ni en los supermercados, en las puntuales caravanas o en la gasolinera, todo esto se asume con resignación, ya que los negocios, los que regentan nuestros amigos o conocidos, autónomos que sobreviven gracias al remanente del verano, tirando en invierno como bisontes, soportando nieve, viento y agua, tendrían que cerrar si no fuera por los visitantes foráneos. El meollo de la cuestión es la avalancha de personas que con su “paso de Atila” dejan todo perdido de suciedad. Al igual que cualquiera presume de su jardín o del salón de su casa, nosotros lo hacemos de nuestro entorno, sobre todo de nuestras playas y por eso nos gusta que nos visiten pero, como es obvio, a nadie le agrada que deterioren su hogar.

Ahora nos enteramos de algo que se tendría que haber anunciado antes de las elecciones municipales del veinticuatro de mayo. Sin duda, una puñalada trapera, porque si se hubiera tenido conocimiento del hecho, otro gallo hubiera cantado. El Ayuntamiento de Moguer nos va a pintar con su paleta traicionera rayas en la mancomunidad, lugar en el que ya no caben más líneas divisorias. Nos van a imponer zona horaria de aparcamiento. La experiencia de quien trabaja en la zona de Tráfico, justo una de las zonas más candentes de la circulación en Huelva, es que esta aplicación no sirve absolutamente para nada y es exclusivamente una medida recaudatoria que además atrae a los “gorrillas piratas” como la miel a las moscas.

En algunos puntos, como por ejemplo el aparcamiento aledaño al parque, en el que por un euro cincuenta se puede aparcar todo un día, esa necedad, ¿cómo se justifica? ¿qué tipo de movilidad vial le proporcionará a la zona? La medida va a conseguir desplazar gran parte de la actividad de compras a la zona del polígono, cercenando el centro de la manera más estúpida imaginable y a la vez a Mazagón, por el escaso o nulo interés de los alcaldes de la Mancomunidad, que sí se preocupan de mantener sus ciudades como patenas, teniendo por parte de “Los de Villa Abajo”, la Casa del Vigía dejada de la mano de Dios y cobrándonos por bajar con el coche, a unos cuantos metros, para bañarnos a la playa y por parte de “Los de Villa Arriba” los miles de socavones y deficiencias en nuestras infraestructuras, cuando pagamos los impuestos de vehículos de tracción mecánica y el IBI de nuestras viviendas, generándole a sus arcas pingües beneficios.

Todo esto, por supuesto, no es por cuestión de dinero, es por un compendio de orgullo, moral y dignidad. Resulta patético que además lo quieran justificar con dos contratos de dos meses, no sé a quién puñetas pretenden engañar.

Si están faltos de ideas para sangrarnos, podemos ayudar: zona azul para sombrillas, por supuesto cobrar los minutos de baño y cómo no las horas de sol, lo mismo con las ganancias y, sobre todo desde Moguer, puedan montar este año un chiringuito en el Parador. Una playa con bandera azul necesita prestaciones para los usuarios. Aquí desgraciadamente siempre, andamos entre Pinto y Valdemoro, mojados y justo en medio del charco.