31 julio, 2016

ANÉCDOTAS PALERMAS

UN CENTRO DE ENCUENTRO
La fuente de la Fontanilla y la iglesia de San Jorge al fondo (Palos de la Frontera), dos monumentos muy significativos de los Lugares Colombinos.
Hubo un tiempo en el que la puerta de una entidad bancaria de Palos de la Frontera, se convertía por momentos en un centro de encuentro en el que se daban cita numerosos sectores de la sociedad palerma: los jubilados, que se concentraban allí cada vez que iban a realizar alguna operación; los taxistas en los largos tiempos de espera; los trabajadores del campo, cuando no podían realizar el trabajo por las inclemencias climatológicas, y numerosos vecinos que, después de haber pasado por la caja se detenían en la puerta a charlar de cosas triviales para matar el tiempo.

Allí se hacían también importantes negocios; se compraban y vendían, terrenos, ganado y vehículos, sin necesidad de testigos o de formalizar un contrato para validar la transacción; un fuerte apretón de manos y una mirada fija a los ojos eran la mejor garantía de confianza y nobleza. Se hacían las entregas fijadas, que eran retiradas de la caja de este banco, y el paso por el notario era algo secundario.

En el interior del banco había un sofá para hacer más llevadera la espera de los clientes, aunque a veces era ocupado por esos asiduos al centro de encuentro que, cansados ya de estar de pie en la puerta, se sentaban en él para descansar, mientras observaban el trasiego de gente que discurría por la oficina.

El señor Pérez, muy vinculado con el banco, fue testigo de numerosas anécdotas y curiosidades ocurridas en el día a día de esta entidad, como las protagonizadas por un taxista, al que vamos a llamar Pepe, que con frecuencia realizaba servicios para el Ayuntamiento, y solía llevar a la máxima autoridad del municipio a los actos oficiales que tenían lugar fuera de la localidad. Pepe se encargaba también de llevar todos los días la valija del banco a la oficina central de Huelva. Un día le encargaron entregar un sobre en mano al señor Villanueva, empleado de la oficina central, Pepe confundió el apellido de este empleado con el nombre de la localidad onubense de Villablanca: «¡Traigo un sobre para el señor Villablanca!», dijo en voz alta al entrar en el banco, lo que provocó la lógica risa de sus compañeros.

Cuando Pepe veía entrar a alguien en el banco un poco más arreglado de la cuenta y con aspecto de manejar mucho dinero, siempre hacía el mismo comentario comparativo sobre las situaciones tan distantes de vida entre ricos y pobres: «Lo que es la vida, hay gente que no tiene dónde caerse muerta, y otros viven como majaras, cuando en realidad lo que quería decir es que vivían como marajás».

En una ocasión, estando Pepe sentado en el sofá del banco, junto con otros vecinos del pueblo, llegó una pareja inglesa con dos niños, para cambiar unos eurocheques, un sistema de pago que va asociado a una tarjeta de débito. La pareja se dirigió a la caja y los niños se quedaron atrás hablando entre ellos. Pepe, que no dejaba de observarlos, comentó a sus compañeros de sofá: «Hay que ver, los niños estos, con lo chicos que son y lo bien que hablan el extranjero…».   
     
José Antonio Mayo Abargues

Este artículo fue publicado el Periódico Palos Punto Cero en julio de 2016