03 junio, 2014

LOS CUENTOS DE CALLEJA

Cuentos de Calleja

Puedo creer de verdad que Mahatma Gandhi, conocido abogado, político y pensador, representase al pueblo indio tanto por su idiosincrasia como por su manera de vestir. No puedo aceptar de ninguna manera que los reyes acicalados con galas, reuniéndose con digamos el Emir de Qatar, me vengan a decir que representan a sus súbditos o a su nación cuando se lavan las manos abriendo un grifo de oro después de haber saciado su apetito en el almuerzo o la cena con aquello que les haya venido en gana; lo mismo me da que fuese langosta o un medallón de merluza si andan mal del estómago. Me parece fascinante que vuelen con el Boeing 747 plagado de empresarios para que se forren ganando dinero en otros países y después les regalen un yate; pero no entiendo que eso reporte nada al pueblo español, a los parados, a los pensionistas ni a los trabajadores que con su consumo han estado levantando este país desde antes de que ellos naciesen, incluso desde antes de que al generalísimo se le ocurriese que quería perpetuarse por sus santísimos …

Me parto oyendo a Rubalcaba hablar del sentir republicano del PSOE y soy consciente de que en un referéndum tanto Bostwana, como los Duques de Palma y otro tanto anecdotario quedarían en el olvido.

No entiendo, o sí, que en los tiempos que corren no gobierne la primera heredera en un protocolo que se pasa los principios de igualdad de género por el forro.

Y lo que sí agradezco es que de momento, desde un paraíso perdido como Mazagón, pueda expresar mis ideas “sin temor a la represión”, pero a la vez os aconsejo que os abstengáis de firmar correos en pro de la república, al fin y al cabo no dejan de ser una lista de Schindler más y nadie sabe nunca lo que puede suceder en el futuro.

Por mucho discurso de Navidad, preparado por acólitos hasta en el más mínimo detalle como pudiese ser la fotografía en la que cada vez aparece menos personal, no paro de comprobar que en la piel de toro hasta el más tonto hace relojes y vive demasiada gente del cuento, eso sí, con todos mis respetos al desaparecido señor Calleja.

Federico Soubrier García