30 marzo, 2013

1974, SESIÓN DE ESPIRITISMO

Publicado en el Periódico de Huelva el viernes 29 de marzo de 2013
Estoy sentado en Mazagón contemplando la danza de las llamas en la chimenea. De pronto, una aumenta su tamaño y se asoma tímidamente al salón. Retrocedo en el tiempo mientras enciendo otro cigarro, cierro los ojos y como casi cada semana santa vuelvo a estar allí, en el club para jóvenes que había en el edificio aledaño a la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. En tiempos de Franco y en un instituto masculino, mi ciclomotor, una magnífica Puch Minicross amarilla y una mochila cargada de testosterona me llevaban a acercarme a las chicas. A los dieciséis, todo un reto y estaban allí.
Lo veo claramente, somos unos nueve en una gran habitación del fondo, de techo altísimo, a oscuras con una tenue vela en una esquina y una copa, trofeo de alguna competición, en la opuesta, preparada hasta la mitad de pólvora y cubierta hasta arriba de alcohol. Cogidos de las manos, sentados a una gigantesca mesa, bueno algunos a sus mangas para poder manipular bajo la mesa una caja de cartón con perdigones que emulaba perfectamente el ruido de una tormenta, o disparar con unos cables y una pila varios flases, de aquellos dados cuadrados para cámaras o tirar de un sedal invisible que pasando por la altísima lámpara ahora a oscuras llega hasta una estantería donde está oculto un plumero.
Apagada la vela, por única luz la llama azul del alcohol consumiéndose, alguien vocifera —Invoco al espíritu de Juana de Arco que murió en la hoguera ¡muéstrate!— Ruido de tormenta —¡Preséntate!— Se apaga la llama por unos segundos, los flases se disparan encendiéndose un instante ocultos por la estancia —Haz acto de presencia Juana, vuelve a la hoguera— Oscuridad total, la pólvora arde, saliendo una inmensa llamarada de unos dos metros por medio de ancho, que lo ilumina todo. El plumero emprende su vuelo de lado a lado de la habitación, todo se vuelve a apagar. Gritos, golpes de sillas cayendo, todos corriendo hacia la salida a oscuras, está a unos diez metros. Un verdadero ataque de histeria en una de las chicas, la calmamos, risas, maldiciones, cabreos. Al día siguiente cierran el club ¡loca juventud!
Federico Soubrier García.