18 diciembre, 2014

LA COLLA DEL PUERTO DE MAZAGÓN

Un grupo de estibadores se preparan para descargar un barco 
La ampliación del puerto pesquero de Mazagón, ubicado en la zona de abrigo del espigón del puerto deportivo, ha generado algunos “empleos” indirectos relacionados con la actividad pesquera, como la llamada colla, un grupo de estibadores que se dedican a descargar el pescado de los barcos y cargarlo en las furgonetas que lo transportan a las diferentes lonjas de la provincia

Los estibadores son personas desempleadas de Mazagón, Huelva, Punta Umbría e Isla Cristina, personas con escasos o nulos recursos económicos, entre ellos también hay varios inmigrantes africanos, rumanos y polacos, que acuden todas las mañanas al puerto para procurarse su sustento. Son entre quince y veinte personas, depende de los días, y la mayoría están organizados en grupos de tres o cuatro, pero como no tienen establecido un orden riguroso a la hora de descargar un barco, hay continuos conflictos, ya que siempre hay alguno que se afana por ser el primero y por descargar más barcos que los demás, entonces surge una polémica que no suele durar mucho tiempo, ya que el resto interviene rápidamente para poner un orden en la descarga.


En el puerto no circula el dinero, los hombres de la colla cobran su trabajo en especie, es decir, en pescado o marisco de la “jarampa”, una demasía de la tara que no puede ser subastada en lonja y que es repartida entre los pescadores y la gente de la colla para su ganancia. La “jarampa” —también llamado “rancho” o “pobreo”  en algunos lugares—, es un localismo que al parecer tiene su origen en la localidad de Ayamonte, aunque este término es muy usual en varios pueblos del litoral andaluz, sobre todo en la zona de Cádiz, en pueblos como Conil, Barbate y Zahara de los Atunes.

Estibadores cargando esportones de chirlas 
Los hombres de la colla van guardando a buen recaudo las partidas de “jarampa” que van recogiendo de cada barco que descargan. La policía portuaria no permite sacar del puerto más de dos kilos por persona, eso es lo que está estipulado y ellos intentan hacerlo cumplir. Pero los pescadores no harían nada con eso, necesitan vender muchos kilos para poder llevarse un jornalillo, ya que por su condición de ilegales, los intermediarios que se lo compran lo pagan a muy bajo precio, alrededor de un 50% menos que a los barcos. La colla mueve importantes cantidades de chirlas que escapan al control portuario. «En nuestro grupo somos tres, y para sacar un medio jornalillo hay que vender muchos kilos. Para venderlo nos tenemos que desplazar todos los días a Punta Umbría, y eso supone ya un gasto de veinte euros en gasolina», nos cuenta un vecino de Mazagón que es el primero en llegar al puerto todas las mañanas.

Los africanos no hacen grupos, cada uno aparta su “jarampa” para venderla después en las puertas de algunos establecimientos de Mazagón, y a veces por encargos que previamente les hacen, una venta tradicional, sobre todo entre los trasmalleros de la zona que, aunque no deja de ser ilegal, hay un cierto consentimiento o “vista gorda” por parte de las autoridades para evitar actuar en consecuencia. Es frecuente verlos discutir entre  ellos porque el tamaño del pulpo que le han regalado a uno es más grande que el del otro. Hace unas semanas se dio un caso curioso entre dos africanos, cuando el patrón del barco que habían descargado les regaló una raya para los dos, ellos se apresuraron a cogerla, tratando de arrebatársela el uno al otro, en una lucha que se prolongó más de la cuenta y que parecía que no iba a tener fin. Entonces acordaron darle un valor económico para que una de las partes aportara la mitad en metálico, y la otra parte se quedara con la pieza, fijando el precio en cuatro euros; pero como ninguno de los dos tenía un céntimo, sacaron una navaja, partieron la raya por la mitad y cada uno se llevó su parte.

El trabajo de la colla no es nada fácil y mucho menos gratificante. Tienen que soportar las inclemencias del tiempo durante una larga jornada que no tiene horario, ya que todo depende de la entrada de los barcos. «Cuando la marea está llena, los barcos están a nivel del muelle y el trabajo es más llevadero, pero con la bajamar hay que acarrear los esportones desde abajo y eso te revienta», nos comentan.

José Antonio Mayo Abargues
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