06 marzo, 2016

HISTORIAS DE LOS MARINEROS PALERMOS EN EL BUQUE ESCUELA “JUAN SEBASTIÁN DE ELCANO” (I)

 José Bogado Rodríguez

El Buque Escuela Juan Sebastián de Elcano con todas las velas desplegadas /Antonio Guerra.

Desde la gesta del Descubrimiento de América hasta nuestros días, los marineros de Palos de la Frontera han sido protagonistas de numerosas hazañas y aventuras por todos los mares y océanos de nuestro planeta. Entre ellas se encuentran las vividas a bordo del buque más emblemático y simbólico de la Armada española, el Juan Sebastián de Elcano. Son muchos los marineros palermos los que han formado parte de la historia de este vetusto velero bergantín-goleta, realizando cruceros de instrucción o dando la vuelta al mundo y que dedicaron una parte de sus vidas al buque escuela de la Armada Española, como marineros de reemplazo o profesionales.

José Bogado Rodríguez, el Grillo

José Bogado Rodríguez, el Grillo, como le conocen en esta localidad, tuvo la fortuna de realizar un crucero de nueve meses continuados como marinero de reemplazo, a bordo de este buque que fue escuela de Reyes, ya que el Rey Juan Carlos de Borbón y su hijo el Rey Felipe VI, realizaron allí el crucero de instrucción en el puesto de guardiamarina en los años 1958 y 1987, respectivamente. Bogado recuerda como si fuera ayer, el día que le comunicaron que tenía que embarcar en el Elcano. «Yo estaba haciendo la mili en Cádiz, ya había jurado bandera y superé unas pruebas para zapatero; de veinte zapateros sólo las pasamos dos. Me quedé en el Arsenal y luego me destinaron, también de zapatero, al “Minador Marte”, que estaba atracado en el Arsenal de La Carraca. Cuando me avisaron me encontraba en la casa de mi maestro, el que me enseñó la profesión de zapatero, que se había ido de Palos a vivir a Cádiz, a San Severiano. Había llegado una orden de Capitanía al “Minador Marte”, y el cartero sabía muy bien cómo localizarme. Me dijo que tenía que preparar ligero el saco porque al día siguiente me tenía que embarcar en “el barco de los palos largos”. Ya me habían concedido el mes de permiso y ese mismo día pensaba venirme para casa, pero me fastidiaron. Me presenté en el barco y el capitán, don Emilio Haya, me dijo que el permiso que ya tenía firmado quedaba suspendido porque tenía que embarcar sin más remedio en el “Elcano”. No se me olvidará nunca, ese día estaban echando en el barco la película “Botón de Ancla”».

Fue el vigésimo noveno crucero del Elcano, uno de los viajes más largos de este buque sin ser la vuelta al mundo, recorriendo 28.459 millas. Salieron de Cádiz el 2 de septiembre de 1956, al mando del capitán de fragata D. José R. González López, regresando el 13 de julio de 1957, después de haber realizado el siguiente itinerario: Cádiz, Santa Cruz de Tenerife, Dakar, Río de Janeiro, Recife, Puerto España, Cristóbal, Pearl Harbour, San Francisco, Monterrey, San Diego, Balboa, Nueva York, Norfolk, Marín y Cádiz.

Minador Marte, primer destino de Bogado
Archivo de la Armada

Bogado pasó más de un mes vomitando todo lo que comía, lo pasó muy mal, estaba siempre mareado y tirado en cubierta. «Un día el brigada de maniobras, un gallego que se llamaba don Manuel Tauriño, me vio tirado en un rincón de la cubierta y me llevó a la enfermería para que me reanimaran, porque me tenía que subir al palo donde tenía mi puesto en las maniobras. El primer día me subieron amarrado con dos cabos; después le fui perdiendo el miedo y ya empecé a subir yo solo. Tiene guasa subirse allí arriba…». Bogado ejercía su profesión como zapatero y no participaba en otras labores, excepto en las guardias, que le tocaba baldear la cubierta a golpe de chiflo (silbato), y cuando tocaba maniobra general. Reparaba las botas de toda la tripulación y, cuando estaban en tierra limpiaba las botas de los oficiales y suboficiales.

«En Nueva York, un día no quise salir y me quedé a bordo, y estaba yo tendido en la cama cuando escucho por los altavoces que me presente en el Cuerpo de Guardia. Cuando llegué allí me dijo el cabo que me presentara en la oficina del jefe de guardia, un teniente de navío que se llamaba don Guillermo Carrero Pichot, hijo del almirante Carrero Blanco. Don Guillermo me dijo que había un paisano mío en tierra que me quería ver. A mí me extrañó mucho, pero le dije que subiera para ver quién era. Y resulta que era un muchacho de Huelva que se había criado en Palos, hasta que a su padre lo desterraron del pueblo por un jaleo que tuvo con el alcalde. Yo no lo conocía, y él a mí tampoco. El muchacho había ido de polizón en un barco, pero lo pillaron cuatro veces y lo mandaban de vuelta a España, hasta que a la quinta se quedó y encontró trabajo en una grúa del muelle, y cada vez que llegaba un barco español subía a bordo a hablar con la gente. Echaba de menos su tierra… Me preguntó que de dónde era, y yo le dije que era de Huelva, de Palos de la Frontera. Me miró con cara de desconfianza y me dijo que yo no era de Palos. Me eché a reír y le dije que yo era de Palos de toda la vida. Entonces me preguntó que si sabía cuántas panaderías había en Palos, y yo le dije que dos, la de “El Torlo” y la de Juan Hernández. Luego sacó una fotografía de la cartera y me dijo que si reconocía a alguno de Palos en ella, le dije que sí, que el que estaba a la derecha era José Rodríguez Rodríguez, “el Portugués”, que también había navegado en el “Elcano”. No contento con eso me dijo que si yo era de Palos tenía que haber conocido a José “el Yankee”, le contesté que sí, que a “El Yankee” le había cortado una pierna el tren y que todo el mundo lo conocía en Palos. Se abrazó a mí llorando de alegría y me dijo que “El Yankee” era hermano de su padre y que a su familia la apodaban “El Mono”. Él se llamaba Antonio Quiriqui.

José Bogado, el Grillo, tercero por la derecha, en una comida ofrecida a los marineros del Elcano en Nueva York.

Mientras estuvimos allí venía todos los días con su mujer y dos cochazos que tenían a recogernos a todos los de Huelva para llevarnos de paseo por Nueva York. Él ganaba mucho dinero en el muelle con eso de las grúas. Echaba mano a trabajar a las seis de la mañana y a las doce ya estaba listo». Bogado no puede evitar la emoción al relatar este inolvidable encuentro y por momentos se le quiebra la voz. «En mi rancho estábamos el peluquero y yo, y todos los demás eran cabos. Nos llevábamos muy bien con ellos, fíjate que hasta nos lavaban las gavetas de la comida. Cuando aquello yo cantaba “medioregular”, y había otros más de Huelva que sabían cantar, y uno que tocaba la guitarra, en total éramos ocho. Cuando había misa el páter nos llamaba para cantar; y el comandante, que era muy aficionado al flamenco, también nos llamaba para que le cantáramos. Le organizábamos muchas fiestas a bordo. Mi vida en el “Elcano” fue muy dura los primeros meses, pero gracias a este viaje he recorrido el mundo, he conocido a mucha gente y he vivido experiencias que nunca olvidaré».


José Bogado Rodríguez sigue viviendo en Palos de la Frontera y disfruta en la actualidad de su merecida jubilación.

Este artículo fue publicado en el periódico Palos Punto Cero en febrero de 2016


José Antonio Mayo Abargues

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