07 marzo, 2017

En defensa del buen uso de las fuentes históricas

ENRIQUE NIELSEN
Fuente: Huelva Información
En cualquier publicación seria, el uso de las fuentes de las que bebe la investigación y su detallada exposición son elementos fundamentales del método. Las notas bibliográficas deben ser tomadas meticulosamente, anotando los números de las páginas consultadas, porque si se utiliza algo y no se hace referencia a ello, se corre el riesgo de cometer plagio. Ahora bien, hay que destacar que siguiendo esta metodología, el esfuerzo y el trabajo del investigador es mucho mayor.

Actualmente se observa una cierta crisis en la aplicación de la metodología. En consecuencia, hay déficit de objetividad y rigurosidad. El riesgo que corren los trabajos que manejan sin rigor la investigación de otros es el de transmitir errores, trasladar una visión equívoca o incompleta de la historia local, así como de apropiarse indebidamente del contenido de las investigaciones de otros autores de forma sibilina. Al no tratarse correctamente las fuentes en la publicación, se da lugar a la creencia, entre los receptores del mensaje, que dicho autor es el verdadero artífice de la investigación. En definitiva, una falta de respeto a la laboriosa tarea del auténtico investigador.


La formación académica de Jesús Ramírez Copeiro del Villar como doctor ingeniero de Minas le ha permitido abordar todos los proyectos de su vida profesional a través del método científico, una fórmula indispensable para alcanzar nuevos conocimientos en cualquier área que precise fiabilidad y rigurosidad. Desde muy joven ha sido un apasionado de la historia y nada más que tuvo la oportunidad comenzó a interesarse por la historia de su localidad de adopción, Valverde del Camino. Y lo hizo de la forma que creyó y cree que es más correcto hacerlo: siguiendo una metodología científica.

Jesús Copeiro siguió precisamente este camino durante más de 10 años mientras trabajaba en su libro sobre la Huelva de la Segunda Guerra Mundial, un tema hasta ese momento inédito, que incluía el caso de William Martin, 'El hombre que nunca existió', con una exposición pormenorizada y documentada. Fueron unos años apasionantes en los que logró entrevistar a 170 personas que vivieron aquella época. Pasó innumerables horas en archivos locales, nacionales e internacionales, dedicando sus vacaciones durante varios años a los archivos británicos. Revistas, periódicos y una bibliografía interminable también fueron otras fuentes que apoyaron la obra. Nada que ver con los trabajos meramente divulgativos que alguien decide publicar sin el mínimo rigor en el manejo de las fuentes pero que pretenden sentar cátedra.

El problema que tratamos es bastante complejo porque hasta en las más altas esferas universitarias no siempre se respeta esta máxima, que no sólo es del mundo de la investigación sino de la vida misma: nada más y nada menos que la honestidad. Hay que ser honestos y nombrar las veces que haga falta el trabajo y el esfuerzo de los demás cuando hacemos uso de él, sea en una publicación, en una conferencia o en las redes sociales. Esa honestidad es la que nos enriquece, la que avala nuestro trabajo y la que nos hace crecer.

Desde mi humilde punto de vista, si hoy en día estamos tan interesados, como parece, en abordar diferentes aspectos de la historia de Huelva con la intención de reconstruir nuestro pasado es necesario que las publicaciones que se lleven a cabo en esta materia cumplan con los parámetros que el método científico exige. Es decir, hacer un adecuado uso de las fuentes para que otros puedan comprobar su veracidad y se de continuidad a la labor investigadora. Éste es el mayor favor que podemos hacer a las generaciones venideras y a nuestra historia, reconstruirla sobre sólidos pilares.