27 noviembre, 2008

Mazagón: bajo la custodia del espigón


FOTO: ABC
Artículo publicado en ABC en 2005
ALEJANDRO ÁVILA VILLARES

La arena dorada y fina de esta playa onubense sigue conservando su especial textura. ABC

Entre un acantilado de madurez cuaternaria y un espigón que apenas ha cumplido su mayoría de edad, discurre una de las playas más agrestes del litoral onubense: Mazagón. Hay quien dice que nada es igual, que todo ha cambiado por aquí en los últimos veinte años. Quizás sea una afirmación algo exagerada, pero también lo es negar que Mazagón es una excepción en la profunda transformación que han sufrido nuestras costas.El pinar sigue erguido al otro lado de las arenas, como haciéndole frente al siempre temible Océano Atlántico. Se confundieron, sin embargo, los altivos pinos si pensaron que su mayor enemigo era el mar y no el hombre. Ha sido éste, pues, quien ha ido diezmando, con su industria y sus viviendas, este extenso pinar fruto de una repoblación forestal de principios del siglo pasado y digna antesala natural al Coto de Doñana.Tampoco el mar, ni tan siquiera el mar, ha conseguido librarse de la ofensa del hombre a la naturaleza. Hace 24 años, fecha de la que data la foto que mostramos en esta página, aún no se habían construido los kilómetros y kilómetros de hormigón y piedra que conforman el espigón. Frente a buena parte de la playa de Mazagón corre esta obra de ingeniería marítima. Quienes han visto con sus propios ojos todos estos cambios, hablan de grandes barcos dragando la costa, sacando arena de los fondos, realizando un profundo canal marino que llega hoy hasta la propia ciudad de Huelva. El «práctico», aquel barco blanco y con una «t» en su chimenea, había dejado de tener su utilidad. Su capitán no ayudaría nunca más a otros barcos a alcanzar el puerto de Huelva. Y esos, por supuesto, también olvidaron ya la tragedia del camping despeñado.
Prefieren contar los que hace dos décadas eran aún unos niños, que durante aquellas obras marítimas se formaban remolinos y el fango les hacía quedarse pegados al suelo. Era una más de las diversiones del verano, igual de estimulante que realizar «balsas» que navegaban impulsadas por el efecto embudo del espigón y las mareas.Mazagón era hace más de veinte años un paraíso lleno de encantos naturales, que el empeño del hombre no ha conseguido destruir del todo. Sus arenas siguen siendo doradas y finas. El pinar sigue dando cobijo bajo su sombra. Jugar en sus extensiones sigue siendo todo un placer infantil. Pasear durante kilómetros recogiendo conchas tampoco ha pasado de moda.
Mazagón, qué duda cabe, ha cambiado con el tiempo. Una bandera azul ondeando al viento y un reciente puerto deportivo dan fe de ello.