15 mayo, 2016

HISTORIAS DE LOS MARINEROS PALERMOS EN EL BUQUE ESCUELA JUAN SEBASTIÁN DE ELCANO (III)

 MANUEL ANTONIO GUERRA

Tarjeta de identidad de la Armada.

Manuel Antonio Guerra Librero se crió en la barriada Río Gulf de Palos de la Frontera. Guerra navegó en el Elcano como marinero de reemplazo en el LXVII Crucero de Instrucción, del 7 de enero al 14 de julio de 1996, al mando del capitán de navío don Manuel Calvo Freijomil. El itinerario fue el siguiente: Cádiz, Las Palmas, Salvador de Bahía, Buenos Aires, Simon’o Town, Ciudad del Cabo, Fortaleza, Puerto España, Santo Domingo y Marín.

Guerra había elegido como futuras plazas para hacer el Servicio Militar, Huelva, la Aviación en Sevilla o cualquier destino en Cádiz. Terminado el periodo de instrucción le tocó quedarse en el Cuartel de Instrucción de San Fernando, en San Carlos, sin un destino asignado. Allí preguntaron a todas las compañías que componían el cuartel, que todos los que no tuvieran destino y se quisieran alistar al Elcano podían solicitarlo. De la Compañía Magallanes, a la que pertenecía Guerra, salieron nueve voluntarios para el Juan Sebastián de Elcano. De entre los voluntarios de todas las compañías hicieron una selección, y él tuvo la fortuna de embarcar en el Elcano.

Le toco destino en la brigada S, que eran los que acudían a la cocina. El oficial le preguntó a qué se dedicaba en la vida civil, y él respondió que era estudiante, y como tampoco era muy importante tener conocimientos de hostelería lo mandaron a cocina. «Había cuatro comedores: Marinería, que estaba en la cubierta de abajo; Oficiales, debajo de popa; Suboficiales, en un lateral del mayor popel, y Guardiamarina, en el otro lateral del mayor popel. Allí el que tenía idea de cocinero iba directamente a realizar las labores propias de la cocina, el que no, a repartir. Mi misión en el comedor era servir la comida a 18 oficiales. Además, me habían asignado cuatro camarotes de oficiales para hacerles las camas y la limpieza. Nos daban de comer bien y la comida no era mala, pero a pesar de ello había distinciones en las comidas de los mandos y la marinería, y si querías algo especial tenías que pagarlo de alguna manera. Yo le llevaba un par de latas de cerveza bien frías al cocinero y me hacía una tortilla igual que la del comandante».

Antonio Guerra haciendo guardia en el puerto de Salvador de Bahía (Brasil).

La disciplina a bordo era muy rígida y había que cumplir con todo al pie de la letra para no caer arrestado. «Te arrestaban por cualquier tontería, porque no te habías afeitado, por llevar sucias las botas, por una mancha en el uniforme… Yo llegue a ocupar el segundo puesto de la lista de los arrestados, y así se llegó a publicar en la revista interior de carácter mensual “El Portillo”. A los arrestados nos levantaban antes de las seis de la mañana y nos ponían a baldear la cubierta durante una hora, porque a las siete tocaban diana y tenía que estar lista. Me harté a baldear la cubierta con un guardiamarina que también lo solían arrestar. Cuando tocaban maniobra general tenía que acudir al primer palo, que se divide en cuatro partes, yo estaba en la parte más baja, a unos treinta metros de altura. La mar es dura, y el trabajo y la disciplina en el “Elcano” aún más. Yo he visto a mucha gente llorar por la dureza de la travesía. Los del 6º reemplazo eran todos enchufados, entre ellos estaba como marinero el hijo del actor Arturo Fernández, al que le gustaba mucho el café, y todas las noches iba a la cocina para que le preparara uno.

El Elcano navegando con todas las velas desplegadas.

Yo dormía en el sollado de popa, un sitio muy reducido donde hay que aprender a convivir con los compañeros, y también con las cucarachas americanas que te visitan con mucha frecuencia, y hasta que te acostumbras te pasas algunas noches sin dormir.

Cruzamos el Ecuador en febrero, y nos tenían preparada una fiesta sorpresa, la fiesta del Rey Neptuno, el dios del mar, en la que se bautiza a todos los marineros que pasan por primera vez el Ecuador. Todo está preparado del día antes, nadie sabe nada, excepto los mandos. Neptuno baja por un cabo desde la cofa, se va al puente, saluda al comandante y ya empieza la fiesta, comenzando por los bautizos; para ello se corta un mechón de pelo, se mojan las cabezas con agua del mar, y luego se bebe ron. La fiesta continúa durante todo el día y hay actuaciones y diversas actividades.

El Rey Neptuno con el comandante.

Cortando un mechón de pelo a un marinero, como marca la tradición del bautismo.

 Una noche, entre Buenos Aires y Ciudad del Cabo, un marinero cayó al agua en una maniobra general, era el compañero que dormía debajo de mí, marinero de reemplazo como yo. Sobre las dos de la mañana hubo que virar por exigencias del rumbo y tocaron maniobra general, y rápidamente todos acudimos a nuestros puestos. De repente sonó una voz desde el puente diciendo: ¡hombre al agua! El de popa tiene instrucción de tirarle un cabo con un salvavidas y una colchoneta con un foco que alumbra hacia arriba para poder localizarlo, pero con la mala suerte de que cayó hacia abajo. Había una tempestad tremenda y estaba lloviendo, y como con el foco no conseguíamos localizarle, se echó una zodiac; mandaron arriar las velas y arrancar el motor, pero frenar un barco como el “Elcano” no es fácil. El teniente médico decía que si lo encontrábamos ya no estaría vivo, porque un cuerpo con la temperatura que tenía el agua no aguantaba más de diez minutos. Afortunadamente iba muy arropado y conseguimos salvarlo y lo llevamos a la enfermería donde estuvo más de una semana superando el shock. Luego nos contó que fueron los veinte minutos más amargos de su vida. Escuchaba nuestras voces lejanas y veía que el barco aparecía y desaparecía por momentos.

 Incidentes importantes hubo muchos durante la travesía, pero el más grave de todos, curiosamente ocurrió en tierra. Fue en Brasil, en Fortaleza Norte. Cuando llegábamos a tierra, todos los que no tenían guardia podían salir hasta las siete de la mañana del día siguiente, hora en la que se pasaba revista, y seguidamente te podías marchar si no tenias guardia. Unos compañeros de Madrid que no tenían guardia fueron a Fortaleza y alquilaron un bugui para pasearse por las dunas de las playas de Fortaleza, con tan mala suerte que el bugui volcó y se partieron clavículas y brazos. Hubo que mandarlos en avión para Madrid.

Antonio Guerra a la izquierda de la foto, en el folklórico barrio de La Boca (Argentina), donde se crió el futbolista Diego Armando Maradona.

Otro de los incidentes importantes fue un temporal impresionante que duró dos días, entre Buenos Aires y Ciudad del Cabo; entraba agua a bordo por todos los sitios: por las escaleras por los sollados, por los camarotes… Lo pasamos mal y hubo muchos desperfectos: velas caídas y rotas, los botes salvavidas arrancados de sus bancadas, etc. Cuando llegamos al Cabo de Buena Esperanza, el barco había quedado en muy malas condiciones y no podíamos hacer una entrada airosa en Ciudad del Cabo. Cuando el “Elcano” entra en los puertos todo el mundo se pone en situación encima de los palos, toda la tripulación formada, el barco en condiciones, pintado de dos o tres días antes, la noche anterior se le dan los últimos retoques para que esté todo perfecto, pero nosotros tuvimos que ir directamente a reparación porque el temporal lo había dejado hecho un desastre. Entramos a reparar en el puerto de Simon’s Town (Sudáfrica)».

Así amaneció uno de los botes, tras los efectos del temporal.

La tripulación de el Elcano realizando reparaciones de envergadura en el puerto de Simon’s Town (Sudáfrica), después del fuerte temporal sufrido durante dos días.

Este artículo fue publicado en el periódico Palos Punto Cero en abril de 2016

Fotografías: Antonio Guerra

José Antonio Mayo Abargues

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