12 septiembre, 2013

El Pero Vázquez, un barco con historia

El Pero Vázquez, ondeando la bandera de Palos, en el momento de la salida del muelle de La Rábida hacia Baiona La Real.

La curiosidad por este barco se pegó en las retinas de Ernesto Pérez Domínguez, a través de los cristales de la ventana de la antigua Escuela Náutica de Huelva, donde estudiaba para patrón en el año 1.979. En las bajamares se divisaba en la Isla de Bacuta, frente al aula donde estudiaba, el casco de un antiguo barco hundido y clavado en la arena fangosa del otro lado del río Odiel. Una mañana, Ernesto, decidió cruzar el río para inspeccionar de cerca al protagonista de la fantasía que rondaba por su cabeza desde hacía algunos meses. Comprobó que el hundimiento había sido provocado por dos agujeros que tenía en el pantoque y que en su interior había más de tres toneladas de piedras con hormigón que habían servido de lastre para la estabilidad de la embarcación, por lo que su reflotamiento no iba a ser tarea fácil. El barco resultó ser la canoa “Cibeles”, propiedad de la Naviera del Odiel, con la que Ernesto hizo trato para adquirirla en marzo de 1.980, por un valor de 10.000 pesetas.

Recuperar aquel barco y hacerlo navegable era una idea que ni al más demente de los terráqueos se le hubiera ocurrido, pero Ernesto, que es un especialista en hacer realidad los sueños, se puso manos a la obra y en pocos días ya estaba flotando en la superficie. Esperó una bajamar de alto coeficiente para que el barco quedara completamente al descubierto, achicó el agua con una bomba, tapó los agujeros del pantoque con madera, goma y fango, y la salida del eje de cola, ya que carecía de él; más tarde, cuando subió la marea lo remolcó con el pesquero “Mariscos Moguer nº 6”, pegándolo a su costado para llevarlo hasta el Muelle de La Reina, en La Rábida.

Al llegar al puente de Colón tuvieron que esperar a la bajamar porque el “Mariscos Moguer” pegaba con el palo en el puente; aquellas horas se hicieron eternas, pues la canoa Cibeles seguía filtrando agua por el pantoque y el eje de cola y hubo que achicar sin cesar para evitar el hundimiento en medio del río, donde ya no habría posibilidad de volver a recuperarla. Ya en el muelle de La Reina dejaron que las vías de agua  la hundieran cerca de la orilla, donde quedó amarrada por la proa a un eucalipto, y anclado al río por la popa. Un mes más tarde comenzaron los trabajos de restauración de aquel barco al que Ernesto registró más tarde en la lista de embarcaciones deportivas, con el folio 5º HU-3-1616, y le puso el nombre de “Pero Vázquez”, en honor al marino palermo, Pero Vázquez de la Frontera, gran experto como navegante en la Armada portuguesa, que animó a Cristóbal Colón y a los hermanos Pinzón a realizar el viaje del descubrimiento de América.

La restauración fue una obra faraónica, pues en el muelle todavía no había ni agua ni luz eléctrica, lo que dificultó y atrasó mucho los trabajos. Se limpiaron los lodos, se retiró el lastre de hormigón, se desmontaron los tanques, el motor y el puente, dejando solo la maquinilla del timón y un tambucho o guardacalor para el motor. Después se sanearon los agujeros del casco, que se calafateó y carenó para hacerlo estanco. Para ello, Ernesto contó con la colaboración desinteresada de numerosos amigos a los que recuerda con cariño y nostalgia. Fueron necesarios cuatro años para que el barco quedara completamente restaurado y comenzara a navegar con un motor de 1.500 kilos, demasiado lento porque tenía 60 CV, y una velocidad rotatoria de 1.500 rpm, que solo alcanzaba 5 nudos de velocidad, un motor restaurado que había sido desechado de un pesquero, por el que pagó 40.000 pesetas.

Jorge Gómez Trisac, en la puesta en marcha de la “nueva” máquina de Pero Vázquez

El comienzo de su Cuaderno de Bitácoras, dice: Tras una larga restauración que duró cuatro años, por fin arrancamos la máquina y salimos de prueba en enero de 1983. Al principio todo eran problemas, no teníamos puente, el timón a popa y todas las bombas perdían agua. Como rezón tuvimos que improvisar un rastro sin copo hasta que conseguimos uno.

Fue el 11 de febrero de 1983, cuando el Pero Vázquez se hizo a la mar por primera vez para dedicarse a las faenas de la pesca, una pesca no profesional, dado que el barco estaba registrado como yate y no podían vender el pescado en la lonja. «Hemos salido del muelle de La Rábida a las 3:50 horas. Viento Norte flojo. A favor de corriente doblamos el faro del espigón, rumbo 180º. A las 5:10 horas el viento es fuerte al cambio de la mar. Poca pesca, cabrachos, burros y algunos chocos».
Se puede decir que el objetivo de recuperar aquel barco, ponerlo en marcha, y mantenerlo navegando durante algunos años, fue un reto personal sin ningún interés económico, ya que todos los beneficios que obtenía con la pesca eran invertidos en su costoso mantenimiento.

Cuando el “Sirius”, barco insignia de la organización ecologista Greenpeace impidió en 1986 que los buques Nerva y Niebla vertieran en aguas del golfo de Cádiz 1.000 toneladas de residuos tóxicos de la fabricación de dióxido de titanio, los marineros de Palos no quisieron ser ajenos a esta barbaridad ecológica y se unieron al Sirius, a bordo del Pero Vázquez para abordar a estos dos buques y abortar el vertido; primero por propia convicción sobre los efectos nocivos que esos vertidos tenían sobre el ecosistema, y porque ponía en peligro la supervivencia del sector pesquero, medio de vida de numerosas familias palermas.

La proa del Pero Vázquez enfilando al Nerva, mientras los activistas de Greenpeace intentan darle alcance para encadenarse en la popa.

En 1.986, siendo alcaldesa de Palos, doña Juana Pérez Romero, surge la idea de la Corporación Municipal de hermanar por mar las localidades de Palos y Baiona La Real, hermanadas oficialmente por tierra desde marzo de 1.977, con motivo de la arribada de la carabela La Pinta en esta última localidad en marzo de 1493 tras el viaje a América. Para realizar esta histórica travesía fue elegido el Pero Vázquez, que en aquel momento no contaba con una tripulación estable, pero fueron necesarios solo unos días para que Ernesto reclutara a cuatro marineros de Palos, dispuestos a emprender esta travesía de hermanamiento con Baiona y rendir homenaje a la tripulación de la carabela "La Pinta". Los cuatro tripulantes que fueron capitaneados por Ernesto Pérez Domínguez, fueron: Jorge Gómez Trisac, Manuel Cumbrera Gómez, Manuel García Pizarro, y Juan Manuel Coronel Rojas. Contribuyeron a la financiación del viaje, el Ayuntamiento de Palos con una aportación económica, Mariscos Rodríguez con todos los víveres necesarios para la travesía de ida y vuelta, y el Fresón de Palos pagó el combustible.

El 2 de julio de 1986 el Pero Vázquez partía hacia Baiona, ante la gran expectación de numerosos vecinos de Palos que se habían dado cita en el muelle de La Reina para despedir a los cinco tripulantes que iban a llevar la bandera de Palos 500 millas más allá de la Cuna del Descubrimiento.
           
El material de navegación lo componían cinco cartas náuticas que cubrían toda la costa desde Palos hasta Baiona, un transportador de ángulos, un lápiz y una goma. Los modernos sistemas de comunicación con el que cuenta hoy cualquier embarcación por muy pequeña que ésta sea no existían entonces, pues no había GPS ni teléfono móvil; simplemente llevaban una emisora de corto alcance que de poco les sirvió. Los tripulantes, expertos en la navegación a vela, adaptaron al barco un rudimentario velamen que funcionó perfectamente. Tardaron algo más de lo previsto en llegar a su destino, porque un temporal los sorprendió antes de doblar el Cabo de San Vicente, arrancando de cuajo la ventana del puente y obligándolos a entrar en Sagres.

Muchos alimentos perecederos se echaron a perder, ya que el barco no llevaba frigorífico, y a la vuelta hubo que hacer un acopio de nuevas provisiones. La administración económica no funcionó todo bien que debiera y el cocinero se tuvo que ajustar al escaso presupuesto con el que contaba. Entre los víveres que había conseguido reunir se encontraba una mortadela con un sabor algo raro, que, aunque no paso desapercibido para la tripulación, tampoco le dieron demasiada importancia, hasta que un día descubrieron entre la basura el motivo de aquel extraño sabor, al ver que en la lata que había contenido la mortadela aparecía la cara de un pastor alemán y debajo el texto: Mortadela para perros.

Contar todos los detalles de aquel viaje sería una historia demasiado larga, pero a modo de anécdota hay que comentar que cuando hicieron escala en Lisboa, les obligaron a amarrar debajo del Puente 25 de Abril, donde nadie quería atracar porque era imposible conciliar el sueño por el estrepitoso ruido que provocaban los coches al rodar por su pavimento metálico. Atracaron junto a un barco, cuyos propietarios eran unos traficantes de armas con poco futuro que arrastraban más hambre que el perro del “afilaó”. Les ofrecieron pistolas y municiones, y hasta un Kalashnikov por 20.000 pesetas, toda una ganga. La tripulación del Pero Vázquez sintió lástima por ellos y les invitaron a comer durante los tres días de su estancia en Lisboa.

El Pero Vázquez navegando hacia Baiona

El 9 de de julio de 1986, los cinco marineros palermos entraban en aguas gallegas, un poco desorientados, ya que no llevaban ni radar ni sonda. Ya próximos a Baiona se acercaron a un barco que estaba pescando pulpos para preguntarle si iban bien encaminados, el patrón les marcó un rumbo para guiarlos hasta la Piedra de los Lobos, frente a las Islas Cies, para enfilar después las Islas Estelas, recomendándoles que no se pegaran mucho a la costa porque había muchas piedras: «Las Islas Estelas son como las tetas de una muller», dijo en un gallego cerrado el patrón del barco pulpero.

Con aquella imagen de Las Estelas, y dando rienda suelta a sus fantasías sexuales, los marineros del Pero Vázquez llegaron al puerto de Baiona La Real, donde les esperaba una comitiva municipal. Subieron a bordo, entre otros, el concejal José Manuel Marcote y el alcalde Benigno Rodríguez Quintas “Chicho”, para darle un efusivo abrazo a la tripulación. Más tarde fueron recibidos en el Ayuntamiento, en el que Ernesto, en representación de toda la tripulación y del pueblo de Palos de la Frontera entregó una placa conmemorativa al alcalde, en presencia de la autoridad de Marina.

Ernesto Pérez Domínguez, entregando la placa conmemorativa al alcalde de Baiona, Benigno Rodríguez Quintas, en presencia de la autoridad de Marina.

José Antonio Mayo Abargues
                                                        Publicado en la revista Palos con Milagros 2013