07 marzo, 2020

NAVEGANDO SOLA



Con la pleamar apareció una mañana varada en la playa, anónima, sin folio ni letras que la pudieran identificar, alguien clavó su oxidado rezón próximo a la duna y se mantuvo al ritmo de las aguas, entre flota y descansa en la arena, hora proa al este hora proa al oeste pero, eso sí, siempre muy marinera con sus estabilizadores para dificultar la zozobra, blanca y azul, unos dos metros y medio de eslora a los que poco tardaron en robarle el tablón que conformaba el asiento central.

No obstante, y a pesar de que a alguno se le ocurrió cambiar el ancla hacia la línea orillada en bajamar, ella, algo más expuesta a la corriente comenzó a navegar un poco con los cambios de corriente que hacían garrear por el fondo el rezón de araña, día tras día, noche tras noche, constante, impasible y terca, obstinada en recalar.

La verdad es que la busco con la mirada cada mañana y me apena verla enfrentarse a las rocas que aun afloran de algún pequeño espigón, eso sí,siempre orgullosa, altiva y firme, esperando que la hunda un temporal, alguna ola traicionera o poder llegar a Puerto Barato para ser recuperada o morir en el lugar.

Poco imaginará su dueño, aquél que disfrutara de jornadas marineras con su bonita patera que, ella espera y espera, mientras navega sola, que la vengan a buscar.

                                                                                                             Federico Soubrier