27 julio, 2012

QUERÍA CAZARLAS Y LAS CACÉ.

Ya hace más de un año que las observo. Las veo cuando emprendo el camino hacia el trabajo a las siete de la mañana y también si lo hago a las ocho. A la vuelta, a mediodía, las busco pero nunca están. Las imagino por esos campos picoteando semillas o bebiendo en un arroyo, inquietas, mientras tragan un “buchito” de agua. Al caer la tarde han vuelto de nuevo y se colocan allí en los cables, como notas de un pentagrama, dibujando cada día una nueva sinfonía.

Creo que nadie de mi generación se habrá quedado sin ver El Libro de la Selva y mucho menos si es madre o padre; estas palomas, no por su aspecto, sino por su comportamiento me recuerdan de manera especial a los buitres que, desde el árbol, contemplaban el devenir de la selva y, además, tenían la capacidad de hablar, incluso con acento mejicano.

Las imagino comentando: —Mira, el autobús de Damas, en media hora va para atrás. —De nuevo te equivocas, es el del INTA. —Estáis tontas, primero tienen que pasar los Policías Locales, apostemos veinte a uno cuáles llegan primero, los de Moguer o los de Palos, como siempre, gano. —Quiero ver pasar el trenecito. —Mira los de Aqualia, fui a beber a la fuente de un jardín y mal rollo con no sé qué subida. —Los feriantes, qué camiones más chulos, seguro que no nos dormimos con el ruido hasta las y pico como el año pasado. —Anda que nos hartamos de porras de churros en el suelo cuando todos se habían ido. Menudo retortijón de tripas tuve luego. —Claro, eres una glotona. —Las once y media y no vienen los de Protección Civil. —Yo lo que quiero aquí abajo es un control de la Guardia Civil. —Te vi el día que bebías en el vaso de plástico del botellón, ¡anda que volabas bien después! —¡Qué alegría! no quedan ninguno en los invernaderos, yo me quedo casi ciega cuando me deslumbran. —Pero las fresas qué ricas están. —¡Mira! Ahí vienen los gorrillas. —Pero, ¡qué tonta! ni es “finde” ni son las nueve de la mañana. —¿Seguimos sin algas? —Síííí. —¡Piconudo! —El jueves se casan las tórtolas, ¿vienen los alcaldes?—Uno. —¿Cuál? —Apuesta…
La verdad es que me costó trabajo realizar las fotografías sin espantarlas, quería que se viera la rotonda y, a la vez, a ellas, las estrellas del espectáculo, ni muy cerca ni muy lejos la zona y las artistas; por fin lo conseguí, al menos para mi gusto, para tener mi recuerdo, sé que habrá quien no me entienda, pero cuando escribes es porque inventas, porque te vienen historias y está claro que no hablan, pero indudablemente ven, y ven a menudo lo mismo, y si están ahí es porque les gusta o el cuchicheo o el devenir de esta localidad, que es tan especial que podría ser gobernada por un bando “de palomas”, que tras tanto observar se conocen sus interioridades al dedillo.
Federico Soubrier García