20 julio, 2012

HA LLEGADO A SU CIUDAD….

Por alguna extraña razón siento buenas sensaciones cuando oigo o más bien quiero decir escucho: “ha llegado a su ciudad el ta-pi-ce-roooo”, de hecho confieso que en el metro de Londres, observando la pulcra seriedad de todos los viajeros, cada uno con su libro y dando la sensación de que están tomando el té con la reina, no pude evitar cantar esta frase en voz alta, lo cual supuso que los tres que formábamos la comitiva española terminásemos llorando de risa y a moco tendido, contagiando curiosamente a algunos pasajeros como si de un bostezo general se tratase y, por unos instantes, destruimos la flema inglesa.

En este caso no es la furgoneta del señor que tapiza la que me trae empatía, es el tren turístico que vuelve a Mazagón como AVE que emigra y regresa cada verano, afortunadamente a mucha menos velocidad, sintiendo la brisa en la cara, para poder disfrutar contemplando en su bajada a Las Dunas, desde donde divisas de pronto la mar, el espigón y la desembocadura de la ría. Este sin par Transiberiano ha cedido nieves y tundra por pinos, arena y mar.

Como novedad, este año se acerca el puerto deportivo dando más luz y azul a nuestro recorrido, de las ocho de la tarde hasta la medianoche. Tenemos oportunidad de realizar un viaje de ocho kilómetros, maravilloso, como los que disfrutaba mi abuela gracias al kilométrico del que gozaba por ser mi abuelo trabajador de Renfe, seguramente llevo en la sangre algo de todo esto, ya que me produce cierta nostalgia ver pasar el tren y observar la complicidad entre pasajeros y transeúntes con saludos y risas.

Avenida de los Conquistadores, rodando por imaginarias vías, ora lento ora despacio, para inhalar esencias de vegetación y océano, preciosos chalets con sus buganvillas, enredaderas, pinos, adelfas, blancos pozos de agua helada y fuentes donde beben tórtolas y urracas. Monumentos históricos los bunquers, catedrales de la guerra, sintiendo la contienda. Espectacular subida al camping Playa de Mazagón, en la que se puede divisar una imagen de la playa, eterna hasta el Guadalquivir, como las interminables piernas de la más preciosa de las modelos, que plasma lo que es Mazagón, el choque de un pueblo contra la naturaleza, el fundirse con la mar, con el horizonte y el cielo, estamparse con un lienzo de Sorolla y a la vez que entrando, quedarse fuera. No quieres llegar, pero sí emprender pronto la vuelta para volver a apreciar la belleza de esta tierra con el devenir del tren que en su parada del parque nos espera.
Federico Soubrier García.