Bienvenida de Lourdes Garrido. |
El aula Cepsa de la casa natal de J. Ramón fue ayer escenario
de la presentación del último poemario del onubense Enrique Zumalabe “La lluvia
o la mañana”, un trabajo con el que este autor que alterna la creación
literaria con la docencia en el colegio Zenobia, nos invita a beber de su copa
llena hasta el borde de sentimientos y humanidad.
La concejala de Cultura Lourdes Garrido destacó en su
bienvenida que “la humildad y la pasión que Enrique ha puesto en esta obra, nos
permiten afirmar que nos encontramos ante un poeta pleno de verdad y de
belleza”, y le agradeció también “el magnífico trabajo docente que realiza con
los niños y niñas del colegio Zenobia, inculcándoles día a día no solo
conocimientos, sino también esos valores que impregnan su trabajo creativo”.
Presentación de Daniel Salguero. |
El escritor y editor David Salguero intervino también en el acto presentándonos a un poeta que sigue teniendo muy presentes sus vivencias de infante y adolescente, épocas en las que, de la mano de su madre y de algunos de sus profesores, comenzó a aficionarse a la literatura convertida ya en una de sus grandes pasiones.
Imagen de la sala. |
El primer trabajo impreso de Zumalabe fue el relato
“Acercamiento” publicado por la Diputación de Huelva en 2006, al que seguiría
ya en 2014 su primer libro de poemas “Además del Llanto”, en el que el autor
evocaba desde el presente sus primeros años y sus primeras experiencias
vitales, celebrando la vida y el amor que comenzaba a descubrir y a sentir.
El poemario presentado ayer en Moguer, “La Lluvia o la
Mañana”, nace tras tres años de preparación, y ha sido editado también como el
primero por Siltolá, mostrándonos ya a un poeta maduro al que muchos consideran
como uno de los autores de referencia de su generación.
En “La Lluvia o la Mañana”, Enrique Zumalabe realiza un
sencillo y trasparente ejercicio de humildad permanente, de admiración y
recuerdo, sin pretender otra cosa con sus versos que calentar tibiamente el
corazón del lector para que éste, sin sobresaltos pero con ternura, le acompañe
en el descubrimiento permanente de su yo, y de su relación con los otros y con
el mundo que lo rodea.